Viajes con Charley by John Steinbeck

Viajes con Charley by John Steinbeck

autor:John Steinbeck [Steinbeck, John]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Crónica, Viajes
editor: ePubLibre
publicado: 1962-01-01T05:00:00+00:00


La noche estaba cargada de presagios. Un cielo afligido convertía la poca agua en un metal peligroso, y luego se levantó el viento… no el viento racheado y conejil de los litorales que yo conozco, sino un gran barrido impetuoso de viento sin nada que lo cohibiese en un millar de kilómetros a la redonda. Como era un viento extraño para mí, y en consecuencia misterioso, despertó en mí reacciones misteriosas. Desde el punto de vista racional era extraño solo porque me lo parecía a mí. Pero una buena parte de la experiencia personal que nos resulta inexplicable debe de ser así. Estoy absolutamente seguro de que mucha gente oculta experiencias por miedo al ridículo. ¿Cuántas personas han visto u oído o sentido algo que ofendió tanto su idea de lo que debería ser que barrieron rápidamente todo el asunto como polvo debajo de una alfombra?

Yo, por mi parte, procuro mantener una línea abierta hasta cuando se trata de cosas que no puedo entender ni explicar, pero es difícil en estos tiempos timoratos. En aquel momento en Dakota del Norte sentí una resistencia a seguir conduciendo que equivalía a miedo. Al mismo tiempo, Charley quería seguir… de hecho, causó tal conmoción en su afán de seguir que intenté razonar con él.

—Escúchame, perro. Siento un fuerte impulso de quedarme que equivale a un mandato celestial. Si no atendiese a él y siguiese y cayese sobre nosotros una gran nevada, comprendería que se trataba de un aviso desdeñado. Si nos quedásemos y cayese una gran nevada, estaría seguro de tener una conexión con lo profético.

Charley estornudó y se paseó inquieto.

—Está bien, mon cur, consideremos tu punto de vista sobre el asunto. Tú quieres seguir. Supongamos que lo hiciéramos, y que por la noche cayese un árbol justo aquí, sobre el sitio en donde estamos ahora. Serías tú el que tendrías la ayuda de los dioses. Y siempre existe la posibilidad de que sea así. Podría contarte muchas historias de animales fieles que salvaron a sus amos, pero creo que solo estás aburrido, y no voy a complacerte.

Charley lanzó su mirada más cínica. Creo que no es ni un romántico ni un místico.

—Sé lo que quieres decir. Si nos fuésemos y no cayese ningún árbol, o nos quedásemos y no nevase… ¿entonces qué? Te diré qué. Olvidamos todo el episodio y el campo de la profecía se queda como estaba. Yo voto por quedarnos. Tú votas por irnos. Pero al estar más cerca del pináculo de la creación que tú, y ser además el presidente, hago uso del voto decisorio.

Nos quedamos, y no nevó ni nos cayó encima ningún árbol, así que olvidamos, como es natural, todo el asunto, quedando completamente abiertos a más sentimientos místicos cuando vengan. Y por la mañana temprano, una mañana sin una nube en el cielo y telescópicamente ciara, giramos rechinando sobre la gruesa capa blanca de escarcha y nos pusimos en marcha. La caravana de las artes estaba apagada, pero el perro ladró cuando enfilábamos hacia la autopista.



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